Alimentando la mente, alimentamos el Espíritu
Para alimentar la mente, debemos alimentar el cerebro. ¿Pero cómo alimentar nuestro Espíritu?Para entender cómo nutrir el espíritu, debemos entender qué en realidad es el Espíritu. Si la gente no entiende la física del espíritu, entonces él será un concepto esotérico y por mucho que pensemos en el Espíritu, él no se pondrá de manifiesto.
Para un hombre que ha conocido la física del Espíritu, tal cuestión no es actual, ya que toda su vida está subordinada a la interacción con su espíritu. En este caso, en él las formas inferiores de vida, comportamiento y acciones están subordinadas a la forma más elevada, puesto que el Espíritu es la organización o la forma de más alta frecuencia. Incluso se puede decir, que es un órgano autónomo dentro del ser humano.
Aquí surgen muchas preguntas: ¿cómo, por ejemplo, relacionaros con la comprensión del Espíritu? y en esto lo primordial, de hecho, es nuestra consciencia. Sólo a través de ella podemos identificar nuestro Espíritu. De lo contrario, seguirá siendo un concepto místico para nosotros hasta el momento de la muerte y en este último momento se revelara nuestro Espíritu si es que no lo hemos destruido durante la vida.
Resulta que el conocimiento del Espíritu es un conocimiento de nuestro Yo superior y aquí no se puede pasar sin una herramienta apta para conocerlo. Esta herramienta tiene la capacidad de abrir nuestra consciencia, pero para eso, tenemos que llevar la consciencia a una existencia con frecuencia completamente diferente. Y no sólo llevarla, sino también aprender a controlarla. Así que la campaña para el Espíritu comienza con la consciencia y la campaña para la consciencia, con la construcción de la geometría del cerebro. La construcción de la geometría del cerebro empieza con la alimentación. Así que aquí Uno le da origen a Dos.
Por lo tanto, el Espíritu es cierta condición que se expresa en un valor de frecuencia determinado y uno debe ser capaz de identificarla en su cuerpo. Imagínense que el cuerpo es una matrioska (muñeca rusa), donde dentro de la primera hay dos más. Lo mismo pasa con la energía. Para unos, ella no es nada, no la sienten y ni siquiera quieren hablar de ella. Otros tampoco la sienten, pero le gusta hablar de ella. Otros sienten algo y dicen: “Yo poseo la energía”. Sin embargo, en realidad todo esto es sólo el primer paso de la interacción con la comprensión de sí mismo. Pero incluso en este caso vemos tres divergencias.
Tomemos cualquier yogui: él no sólo siente la energía, él puede “excitarse” de ella. No es un gran logro, pero él ya se diferencia del primer grupo. Tomemos el alquimista taoísta. Él no sólo siente la energía, él sabe cómo transformarla, o sea destilarla. Esto puede ser el tercer o cuarto nivel. A él ya no hay que considerarle como un yogui.
Bueno, el primer grupo en general es una “lacra”. Sin embargo, para el primer grupo el alquimista también es una “lacra” porque no entienden qué significa “destilar la energía”. Ni hablar de la diferencia del primer y cuarto grupo, porque incluso el tercer grupo para el yogui es nada, puesto que ya tiene afirmado en su mente el concepto de que él es yogui.
En general, es difícil percibir el Espíritu y la dificultad consiste, en primer lugar, en la incapacidad de identificar su Espíritu y sintonizarse a él. Así que, hagamos lo que hagamos, debemos empezar con el cerebro. En cualquier caso, esto será útil para el Espíritu, incluso si aún no lo podemos identificar y expresar. Y ya que el cerebro o mejor dicho, la geometría del cerebro es una parte (vibratoria) del Espíritu, aquí hablamos de la campaña para el Espíritu.
Lo más importante aquí es dejar de asustarse y asustar a los demás con el Espíritu. Hablando de la gallina, no hay que olvidarse del huevo. Hablando del huevo, es necesario entender también el papel de la gallina.
04 diciembre 2012
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