Seguridad y vida en la sociedad moderna

La seguridad y la vida en la sociedad moderna depende de la orientación vital de la persona, del vector del desarrollo del individuo que se forma por sus vivencias. Cualquier tipo de vivencia es acumulación de energía. Esta vivencia y energía pueden ser conscientes o inconscientes.

La acumulación es consciente cuando uno determina o por lo menos presta atención a sus procesos cotidianos y cuando éstos están bajo su control. Por lo tanto, pueden ser transformados o completados, es decir la persona crea dependencia que ella misma determina.

El sistema de coordenadas no consciente es la dependencia que no se regula por actividad consciente lo que significa que es un formato de existencia animal o de alta frecuencia (aunque, los ímpetus espirituales a menudo se sustituyen por la sencillez animal). En este caso también está presente el elemento de la seguridad, pero falta el funcionamiento humano.

De esta manera, si hablamos de la seguridad de la persona, entonces no debemos hablar de funciones utilitarias, sino que de humanas. La sociedad contemporánea ha perdido lo principal, la comprensión de la vida humana. En la sociedad de mutantes, degenerados y acomodadizos (aquí se incluyen también los seres dotados de energía sólo de la naturaleza y no los que se desarrollan), en la sociedad donde nadie quiere trabajar porque debe mentir, engañar y pagar a “camaleones”, muere la última esperanza de existencia sincera. En la sociedad en la que no se realiza la libertad básica: la libertad de lograr la libertad y no permanecer en bosque desierto por la noche, se altera la seguridad principal, la Seguridad de la actividad vital del cerebro.

En la sociedad donde arrancan del sistema educativo las tareas fisiológicas y mentales, sustituyéndolos por eslóganes y modo de pensar trivial, nos privamos de las vivencias naturales que se caracterizan por el esfuerzo personal y no por la permanencia temporal.

De esta manera, si de verdad estamos preocupados por la seguridad, entonces ésta no debe ser alguna condición externa, como el perro que debe tener su perrero, sino que una capacidad de formar el cerebro, los pensamientos y construir todo la concepción del mundo. La concepción del mundo no debe depender ni de la sociedad, ni de los amigos, no de la familia. Debe provenir de la persona misma. De lo contrario, mañana por orden “¡Ataca!” la gente se arrojará una a otra sin razón y ya no podremos asentar alguna base social, ideológica o religiosa.

 

11 diciembre 2010

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