Canon de la búsqueda de elixir de la inmortalidad

Las enfermedades del ser humano moderno desde hace ya mucho tiempo han pasado en su estómago y huesos, por eso su tratamiento es tan complicado. Si la enfermedad penetró en el cuerpo como un clavo, entonces se puede “sacar” o uno puede liberarse de ella. Si se ha implementado como un tornillo, entonces se debe entornillar o desentornillar. Pero esto también es insuficiente.

Es necesario liberarse del agua estancada que es la condición para la pudrición del organismo. Es necesario tomar los líquidos y bebidas correctos. La destrucción de la persona (aunque sea en el nivel del espíritu) se puede detener con la ayuda del consumo de los líquidos y bebidas correctos. Son capaces de mitigar el hambre y reprimir la dependencia del régimen de la temperatura en que se descompone y destruye todo lo vivo y se produce el desarrollo de las energías de baja frecuencia (mortales, temporales). Los líquidos y bebidas correctos también son capaces de proteger la sangre de la dependencia del espacio y, como consecuencia, de los órganos internos.

Precisamente el espíritu llevó a la gente al concepto de la muerte. Al bajar la frecuencia y destruir su espíritu, el ser humano empezó a pensar en la muerte. Al momento de morir, los indígenas en Mesoamérica (hasta el siglo XV) percibieron la muerte no como el final de la existencia personal, sino que sólo como una transición a otro mundo. Su consciencia no fijaba y no percibía la muerte como un final. Lo mismo encontramos en los celtas, etruscos y muchos pueblos más.

Precisamente la destrucción del espíritu en la vida, debido a diferentes razones, se convirtió en una condición para la comprensión y la fijación de un cierto fin, terminación, incapacidad de ir adelante, cuando se puso en marcha el proceso de la auto-destrucción. La muerte comenzó a correlacionarse con la emoción del miedo. El hombre empezó a tener miedo en sus intentos inconscientes de conservarse a sí mismo. Es decir, aquí observamos no tanto una necesidad de vivir (además uno debe saber vivir), como un deseo de no permanecer en estado de destrucción, lo que permite al espíritu existir y posteriormente perfeccionarse.

Además de todo, la destrucción del espíritu lleva a la debilitación de la naturaleza misma del ser humano. Si la persona no tiene fuerzas, entonces, de hecho, no podemos hablar de ningún tipo de vida. El conjunto de huesos y carne aún no es suficiente para determinarlos como algo vivo. El cuerpo que pierde la fuerza, ya no es cuerpo, o no es el mismo cuerpo. En la época de la inevitabilidad, el ser humano vive para morir y esta inevitabilidad es el castigo justo de que engaña a sí mismo.

La gente ya no permanece en la oposición con la muerte, sino que llegó a ser su razón. Ya no le asusta ningún tipo de arrepentimiento o karma de las acciones, por eso en realidad falta aquello que debe arrepentirse y además, quién es capaz generalmente de comprender e incluso simplemente fijarse en sus acciones. Debido a esto, hoy en día el ser humano es como un fenómeno y no como una creación.

En tal estado, la búsqueda del elixir de la inmortalidad para la mayoría de la gente, no cambia el límite de la comprensión incluso con un milímetro. Sin embargo, a pesar de todo esto, en el mundo se conservó una capacidad extraordinaria de reanimación, vivificación de los “difuntos andantes”, lo que debe llamar un arrobamiento en lo que comprenden.

A la persona le basta solo con empezar a tomar soma, ambrosia, elixires y minerales y podrá obtener la evidencia para la existencia, por lo menos, de otras vivencias y cualidades diferentes. Pero lo principal es que podrá de nuevo ganar fuerza. La fuerza ya es apoyo, prueba, pero lo más importante, capacidad.

La capacidad es la búsqueda y la búsqueda es experiencia. Es imposible corresponder sin la presencia de experiencia, puesto que es disciplina. Únicamente la disciplina es capaz de enseñar a la persona cómo comer correctamente y qué debe comer. Sólo la disciplina enseña alimentarse de las bebidas y los líquidos, consumir el Sabor y evitar el volumen de la comida.

La gran droga es aquello que nutre y mantiene el cerebro. Y sólo la energía perfecta puede alimentar el cerebro. Por lo tanto, al aprender a alimentarnos de la energía perfecta, obtendremos la consciencia verdadera. Y únicamente al tener la consciencia verdadera, podremos manejar los procesos internos, llevándolos a ley y principio únicos sin dejar lugar al caos.

27 noviembre 2011

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