Perfumista

A lo largo de la historia, la humanidad ha tratado de cambiar y mejorar y uno de los principales instrumentos de esos intentos ha sido la ciencia del aroma. Los aromas ya han entrado en nuestras vidas tan profundamente que muchos ni siquiera se dan cuenta de que los olores, desde hace mucho tiempo, se han convertido en un reflejo peculiar, donde uno mismo es una de sus fuentes.

En los tiempos antiguos, la gente nacía, vivía y se iba de este planeta viviendo durante toda su vida en la interacción con los aromas. Durante mucho tiempo, la fragancia formó parte del programa de fortalecimiento de la vitalidad, de limpieza y nutrición. Y realmente, ¿qué otra cosa puede ser perceptible tan profundamente por el hombre si el fundamento de su vida se basa en la respiración? Por lo tanto, el sentido del olfato es el instrumento principal que ajusta nuestra capacidad de vivir y por supuesto, la reacción a los olores y aromas que inhalamos.

Sin embargo, si la respiración es un concepto exclusivamente energético-fisiológico, la reacción a la fragancia es la fijación de la interacción con ciertas vibraciones que influyen principalmente en el cerebro y después, a través de él, en todo el cuerpo. El aroma es lo que realmente nos llena y afecta nuestro estado, es algo que puede mejorar o empeorar nuestra naturaleza.

Precisamente, la posibilidad de mejorar la naturaleza humana y su individuación predeterminó el desarrollo del Camino del Aroma, el cual comenzó en el antiguo Egipto. Después fue incorporada armónicamente en la Teoría del Hermetismo y los primeros que se dedicaron verdaderamente a esto fueron los alquimistas árabes exploradores. Ellos consideraron la fragancia como un objeto con características capaces no sólo de interactuar con el hombre, sino también de conectarle con fuerzas superiores, e incluso con Dios.

Por supuesto, el conocimiento franco de la naturaleza de las sustancias tiene sus raíces mucho más profundas, las cuales se remontan al tiempo de los persas. Algunos incluso lo relacionan con Zoroastro; aunque deberían ser considerados los árabes los primeros investigadores que estudiaron la fragancia como una sustancia, quienes añadieron el concepto de la naturaleza humana al enfoque cosmológico del tema. Así que la aromaterapia como ciencia comenzó a ser creada como tal alrededor del siglo VII.

Esta ciencia fue relacionada, por supuesto, con Muhammad, que unió a los pueblos nómadas. Pero lo más importante aquí es que esta ciencia al principio se construyó como un conocimiento que se correlacionaba con ideas divinas y, sin duda, con el Corán. Cuando en el año 750, el poder pasó a los califas abasíes, haciendo de Bagdad una nueva capital, empezó a florecer la investigación y el desarrollo del Aroma. Una contribución significativa fue la traducción al árabe de muchas obras de eruditos egipcios, griegos, persas, indios e incluso chinos y aquellos tratados sirvieron de base para el estudio de los aromas.

Todos aquellos conocimientos fueron incluidos en el esquema general de la alquimia, creada por los mismos árabes, mejorando, de hecho, la actitud hacia la química. Los pensadores árabes prominentes de aquella época encontraron, revelaron y exploraron las propiedades de los aromas, mejorándolos y aplicándolos en diferentes aspectos de la vida, desde el tratamiento médico hasta la alimentación con fragancias del Todopoderoso. Se creía que la calidad de la vibración del aroma era lo único que podía alimentar a Dios. Encontramos tal visión también en los hindúes y los chinos.

Y aquí podemos apoyarnos en los estudios de Avicena (Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sīnā), que relacionaba la idea del aroma con la idea de la interacción directa e incesante con Dios, cuando uno puede percibir táctilmente la vibración y por lo tanto, se puede obtener una vibración relacionada con la naturaleza de Dios a través de la combinación de una mezcla de aceites portadores de esta vibración. Aquí encontramos la idea de la simple quema de los aceites que pueden llamar, alimentar o establecer contacto con Dios.

Según los sufíes, la fuerza del aroma es igual a la de Zikr (el sonido a través del que se consigue una conexión con el Todopoderoso), pero este aroma se debe preparar en un estricto orden, de acuerdo con la disposición de las letras del alfabeto árabe (Abyad), a cuyo principio corresponden cuatro aceites esenciales.

La profundización en la comprensión del aroma empezó gracias al desarrollo del pensamiento astrológico, que comenzó a considerar a los planetas y las estrellas como esencia espiritualizada. Con ella se podía interactuar a través de oraciones, es decir con el sonido y también a través de los aromas. La comprensión astrológica de la fragancia fue atribuida mayormente al gran filósofo árabe, el alquimista Farabius (al-Farabi, 870-950). Aquí también merece la pena subrayar la doctrina de al-Razi (Abu Bakr Muhammad ibn Zakariya al-Razi, 864-930 AC), quien añadió al conocimiento de los aromas la teoría de la música, la cual determina el tono del aroma.

Mientras que el uso de aceites mediante la aplicación en el cuerpo, en general, se puede correlacionar con la idea de embalsamamiento, en el que se cultiva y mejora la vibración del cuerpo, el aroma puede mantener estados de alta frecuencia del cuerpo y no sólo alimentarlo. Y éste es un factor muy importante que permite crear una escala de aromas universal: no por su índice individual, sino por la teoría de las cuerdas, los Cielos, los ritmos del Macrocosmos, todo lo cual aumenta las cualidades del hombre y lo reconecta con la música del Cosmos. Aquí hay que entender que un aroma mal elegido puede reducir la vibración de la persona, por lo que es importante entender la resonancia de los aceites, si se trata de ordenarlos según su perfección.

El Aroma debe ser una Unidad y no un representante de cierta escala vibratoria. Por eso hay que conocer la naturaleza de los siete cuerpos que representan al ser humano.

 

01 agosto 2012

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